No es novedad, posiblemente, ninguna de las cosas que describa en este relato pero la intención no es presentar novedades sino señalar aspectos que nos puedan ayudar a pensar nuevos modos de comprender y poner en acción la educación desde otro lugar que no es el aula rodeada de paredes.
En este primer párrafo ya nos interpela el concepto y la construcción de educación, que nos mueve en la presencialidad, podríamos preguntarnos ¿qué entendemos por educación y cómo ponemos en acción nuestro rol al educar?
Las respuestas a estos interrogantes nos van a guiar en todo el proceso de enseñanza y de aprendizaje que portamos en el ejercicio de dar clases, ese acto didáctico que cuando presencial está inmerso en un sinnúmero de mediaciones lingüisticas, coporales y sonoras que marcan el ritmo de nuestra clase tal como la aprendimos a planificar en los profesorados, en alguna otra instancia de formación o por la experiencia de tener que hacerlo.
Docente y estudiante tienen en las instituciones sus roles de alguna manera construidos, validados y recordados por mecanismos como pautas y normas que les proponen libertades y límites. El contenido tampoco escapa de las pautas pues existen en razón de diseños curriculares nacionales y jurisdiccionales.
Pareciera entonces que la presencialidad tiene las reglas claras o por lo menos conocidas por todos los actores que intervienen en la educación formal institucionalizada. Cada uno sabe que va a hacer a la escuela, que lugar debe ocupar y mínimamente lo que se espera de él.
¿Y en los entornos virtuales?
Los entornos virtuales han ido avanzando primero como un modo de hacer posible la educación a distancia, reemplazando a la correspondencia postal, después de manera acelerada como ha sido el crecimiento tecnológico a ocupado cada vez más lugares de habilitación del proceso de enseñar y de aprender.
Las plataformas avanzaron también y son ahora capaces de ofrecernos una variedad de herramientas que van desde grabar videos, voces, accesos a enlaces a páginas, publicar archivos de diversos formatos, generar cuestionarios, evaluaciones, foros, wiki, mensajerías internas, seguimiento a través de reportes de acceso y lectura de cada estudiante....por nombrar algunos.
Las plataformas de Aulas Virtuales nos ofrecen pareciera mayores posibilidades de una sistematización del proceso que se produce en ellas.
Pero como toda herramienta tecnológica lo que refleja un aula virtual es lo que el Docente es capaz de hacer con ella.... y aquí empiezan a descubrirse elementos, dimensiones y categorias con las que nos afectan en esta situación de aislamiento social.
Pese a que muchos Docentes hemos pasado por instancias de formación de posgrados en modalidad virtual, lo hicimos desde el rol de estudiante sufriendo muchas veces por la sobrecarga bibliográfica, la tiranía de los tiempos de entrega y la dificultad de entender el objetivo de las actividades requeridas. Tal vez hemos incluso hecho devoluciones críticas a nuestros Docentes Virtuales o Tutores con respecto a eso que nos pasaba. Ahora que estamos en ese lugar de ejercicio detrás de las plataformas algunas veces nos parecemos, repetimos las criticadas acciones.
Tendríamos aquí que preguntarnos qué aspectos deberíamos considerar para no cometer actos de poca justicia pedagógica.
Tendríamos aquí que preguntarnos qué aspectos deberíamos considerar para no cometer actos de poca justicia pedagógica.
La primera dimensión de análisis podría ser la planificación y el ejercicio sería traer a nuestro pensamiento la necesidad de contextualizar, resignificar lo planificado. Si está concebido para la presencialidad tendremos que volver a mirarlo en clave de conceptos estructurantes y conocimientos claves. Con objetivos alcanzables para un estudiante que es reconocido desde sus oportunidades de acceso, conectividad y posibilidad cognitiva.
Pensemos en nuestros estudiantes, en sus perfiles y realidades socioeconómicas para no correr el riesgo de proponer cosas que nosotros mismos no la podríamos sostener, volviendo al ejemplo de nuestras experiencias como estudiantes virtuales.
Para incorporar otra dimensión de análisis pido un permiso filosófico necesitamos estar, habitar el aula virtual con nuestra presencia, aunque sin nuestro cuerpo físico en un encuentro simultáneo recurrente. Esto significa que no se puede dar nada por entendido o comprendido sin una mediación pedagógica, las guías de estudio, preguntas orientadoras, hojas de ruta y todos los nexos que podamos incorporar a nuestras estrategias serán claves para que nuestro estudiante pueda construir su rol.
Las dimensión comunicacional es clave para generar vínculos, si existen consultas no respondidas, prácticos sin una devolución formativa, foros vacíos de debate y repletos de citas de autor....entonces es más difícil identificar construcciones y aún más difícil la evaluación o acreditación del espacio curricular.
¿Entonces?
Una respuesta sería -como lo hemos leído en diversos autores, desde diferentes formaciones - no perder de vista que los Docentes construimos vínculos, interpelamos, movemos estructuras cognitivas, deconstruimos y guiamos en procesos de resignificación. Lo hacemos con estrategias que vamos poniendo en acción de acuerdo al grupo de estudiantes, al nivel educativo y el perfil de la carrera. Sin perder de vista el contexto social, político y el tiempo.
Entonces....este fenómeno que nos toca vivir y que nos ha sacado de nuestras rutinas cotidianas, de muchas zonas de confort nos desafía a la construcción de nuevos nexos entre estrategias, recursos y herramientas. Y pone en jaque a tantas subjetividades, prejuicios y valoraciones sobre lo que significa dar clases en entornos virtuales, es un momento de aprendizaje si estamos dispuesto a aceptar el desafío.
Sin juicios, sin sentencias, solo aceptando que somos capaces de adaptarnos a las circunstancias, de dar respuesta a una problemática social y siendo conscientes que nuestros estudiantes nos necesitan como mediadores e inspiradores de sus recorridos formativos.
Lo demás, el uso de plataformas y recursos se aprende con la práctica.